El botox (o toxina botulínica de tipo A) es una neurotoxina que, pese a ser liberada por el botulismo (una enfermedad que surge de una bacteria que provoca parálisis muscular y que puede derivar en problemas respiratorios, náuseas o debilidad), se usa con fines médicos para tratar algunas enfermedades neurológicas y en medicina estética.

Al inyectar botox en la piel, éste relaja las fibras de los músculos para disminuir su potencia de contracción. Esto hace que la comunicación con los nervios se corte, de forma que acaba originando una parálisis al no recibir órdenes. Por este motivo se suele utilizar en cosmética para frenar la aparición de las arrugas.

Aplicaciones del botox

En medicina estética, su aplicación más conocida es para la eliminación de arrugas faciales, ya que es el remedio que ofrece más ventajas: no requiere cirugía, se puede aplicar en cualquier momento, es indolora, sus efectos son inmediatos y muy rara vez produce efectos adversos. Se suele aplicar en el entrecejo, la frente, a los lados de los ojos.

Los efectos del botox no son permanentes, por lo que si una persona desea mantener sus efectos deberá someterse a su aplicación en repetidas ocasiones. La duración media de un tratamiento dura entre 4 y 6 meses (aunque en algunos pacientes sólo dura dos meses).

Otro de los usos en estética es para el tratamiento de la hiperhirosis o transpiración exesiva, en la cual se aplica el medicamento y disminuye drásticamente la sudoración en las zonas tratadas hasta por un año.